miércoles, 13 de febrero de 2008

Mama Chela; 15 de septiembre 1905 – 7 de febrero 2008
1.
Entro a la cocina y me da ese olor raro, como a gasolina, pero tenue, no se, era algo bien raro. Miro y veo a mi abuela bregando con unas cáscaras color marrón, mojadas en agua. “Mamachela, ¿Qué es eso?” – “Esto es jugo de Jagua”, me contesta. Primera vez que escuchaba ese nombre para llamar una fruta. “Prueba esto” y procede a servirme. El jugo pasa por mi garganta, llega mi barriga y al instante siento como si me hubiera explotado una bomba de hielo dentro, una sensación de frescura y de frio, si frio. “Rayos, que rico”. Mi abuela me dice; “Esto se bebe cuando hace mucho calor, y lo tomaba la gente que trabajaba en el campo de sol a sol, tostándose y doblando el lomo”. La jagua es una fruta que no se da mucho y demás está decir que nunca he probado jugo de esto en otro lado.
2. Entro a la cocina y esta vez la veo guayando yuca en guayo de metal. “Mamachela, yo uso guayos plásticos porque los de metal se corroen y el metal suelta partículas”, le dije. “Este guayo es más viejo que tu y mira si tiene moho”. Lo examinó y es verdad, nada de moho. “¿Cómo lo conserva?” le pregunto. “Aprende a lavarlo y a secarlo rápido, no lo guardes en un sitio oscuro”. Un guayo de metal no debe costar más de cinco pesos, pero antes la gente tenía que estirar las cosas. La yuca era para sus arepas. “Mamachela, sus arepas tienen un toque de anís que las perfuma de una manera y le da un sabor especial” – “Es anís en semillitas” me dijo. Preparé arepas de yuca, les eche anís y me supieron más a esto último que a yuca. Se lo dije a mamachela y me contesta; “Es sólo una semillita por arepita, si le echas más las dañas”.
3. “Mamachela, ¿porqué a usted el bistec le queda tan blandito, aún cuando no es filete, es simplemente ese corte de bistec barato, y no usa olla de presión?”. “Yo no se, será la cantidad de vinagre que le echo”. Yo no soy muy amante del vinagre con la carne, el toque correcto hace la diferencia, pero una sola gota demás y se jodió la receta, y no hay manera de rectificarla, así que cuando hago bistec, uso el filete, que es un corte blando.
4. Me niego a tomar jugos de acerolas, guanabana, tamarindo, piña y parcha porque Mamachela me acostumbró a los de ella. Es simple, veo esos galones de jugo que venden a $5.00 y leo la etiqueta; “contains 10% natural juice”. Esto significa que el resto del 90% se divide en “high fructose corn syrup y agua”. Que falta de respeto. Los jugos de mi abuela eran 100% jugo. Me imagino entoces que el galón debería costar por lo menos $30.00.
¿Quieres ser cocinero? Ve donde tu abuela. Así le dicen a los estudiantes cuando entran a las escuelas culinarias. Que mucha razón hay en esto.
Mi pasión por los vinos viene estrechamente vinculada y como complemento a otra pasión; la comida. De hecho, todo el vino que tomo es para acompañar comidas exclusivamente. Nunca he descorchado una botella para bebérmela sola. Aunque esta actividad de comida y vinos la vengo realizando desde hace poco más de cinco años, la cocina y la gastronomía siempre han sido parte de mi. Crecí en un hogar donde la comida formaba parte importante del quehacer diario. Tanto mi padre como mi hermano son excelentes cocineros, lo mismo mi madre. En cuanto a mi, cocino desde pequeño. Ahora, en otra liga y dimensión se encontraba Graciela Morla, Mamachela, mi abuela. Crecí viéndola cocinar.
Mi abuela cocinó desde pequeña, según me contó desde los 12 o 13 años. Murió de casi 103 años, y cocinó como hasta los 97 años, lo que significa que estuvo 84 años detrás de fogones. Por más que aprecie la comida, todo lo que he probado; desde el “haute cuisine” hasta una tripleta de la calle, siempre tengo la cocina de mi abuela como la mejor, incomparable. Lamentablemente desde que se retiró nunca pude convencerla de que regresara, que yo le picaba los ingredientes, que le sacaba los calderos, que le prendía la estufa, que fregaba, ella sólo tenía que decirme que hacer. Sólo queria tener el honor de cocinar con alguién asi. Temperamental como siempre fue me contestaba que ya cocinó lo que iba a cocinar y no puedo ser egoísta, tenía razón, no mucha gente dura 84 años cocinando, tenía derecho a colgar su delantar, como todo cocinero.
Sólo doy gracias a Dios por permitirme tenerla tanto tiempo, su cariño, cariño que ninguna mujer que haya pasado por mi vida me ha consentido tanto, por haber podido saborear sus platos por tantos años.
Que banquete se deben de estar dando en el cielo ahora, porque sin duda Dios la puso a cocinar para él.